1/11/2020

Este es el último post de Colombia Digital

Hoy, el segundo sábado de este 2020, quise darme una vuelta por aquí y ver uno de mis activos digitales más queridos que es este blog y que decidí no volverlo a actualizar. El 12 de septiembre de 2004, siendo aún estudiante de periodismo y como parte de mi investigación universitaria sobre el periodismo en la era digital, escribí el primer post que lucía así:


El ante título "Editorial" les revelará que hacíamos entonces internet pensando en los medios impresos. Hoy, 16 años y 4 meses después, ha corrido mucha agua por debajo del puente. Ahí escribí que una cosa era estar en la red y otra, ser en ella.

Esos fueron los comienzos de esta maravillosa aventura en la que conocí amigos entrañables como el gran Víctor Solano, con quien comenzamos a cruzarnos comentarios de post a post: él escribía algo en su memorable blog ¿Comunicación?, yo le comentaba algo. Y luego, yo escribía alguna cosa y él me correspondía con generosidad.

O como los ya extintos amigos de Equinoxio, un blog de varios estudiantes y profesores de la Universidad Nacional, que fue uno de los primeros colectivos blogueros en Colombia, con quien manteníamos un cordial colegaje y una sana competencia.

Estos nuditos de la red me llevaron a conocer también a quien considero hoy uno de mis grandes amigos: el gran Christian Pardo, quien para su época ocultaba su identidad bajo el nombre y ávatar de "Gatocpardo". 

Así me invitó Cristian a la Generación Invisible
Con Cristian y un formidable grupo de colegas más fundamos la Generación Invisible, un colectivo bloguero que llegó a ser reconocido aquí y más allá de las fronteras.

Fue tal la calidad y el compromiso de la Generación Invisible, que le mereció un Premio Nacional de Periodismo CPB en 2006. Un triunfo que nos enseñó a un grupo de jóvenes, que no superábamos los 25 años, que no hay éxito duradero sin la perseverancia suficiente.

Luego vino Twitter, que no es más que micro blogging. Luego las otras redes sociales y el blog, este y muchos más, se fue empolvando y llenando de telarañas. Hasta hoy, día en que con este breve viaje a la nostalgia, le doy su último post.

Esta decisión coincide con otra que tomé hace dos años: cerrar mi ciclo como periodista en los medios de comunicación. Un hecho que asumí desde entonces con amor y gratitud por lo aprendido, viajado, sufrido y gozado en el oficio más bello del mundo. Un oficio en el que siento que han sido suficientes las más de 10.000 horas empleadas en vivirlo, hasta sentir el atrevimiento de enseñarlo en algunas cátedras universitarias.

Este blog quedará abierto pero no volverá a ser actualizado. Quedará aquí el testimonio de esas jornadas de sucesos históricos que tuve el privilegio de contar con el teclado bajo mis manos y con mi voz y mi presencia ante las cámaras y los micrófonos. 

Lean cuanto gusten, pero este es el punto final.

4/20/2017

Carta con amor para Venezuela

Hermano venezolano:
Y sí, te digo hermano, porque nuestros destinos jamás estarán separados. Las veces que he estado en tu tierra me he sentido en casa y a tí cuando te he recibido aquí, también sienten el mismo calor de hogar. Claro, ya sé que me dirás que tienes las playas más lindas del mundo, o que no hay nada mejor que ver el Ávila al amanecer, o que el Salto del Ángel es el mismo cielo en la tierra. Todo muy cierto, pero toda esa belleza se ha manchado de sangre y dolor.

No importa si eres rojo, azul o amarillo. Te hablo a ti, hermano venezolano, quien sea a quien llegue esta carta. Porque en este momento todos, sin importar colores o clases sociales, buscan como pueden lo que necesitan para vivir, para comer o para curarse la más simple enfermedad. Todos han sufrido el momento actual. Tanto los que están dentro del país como los que decidieron irse de Venezuela a buscarse una mejor vida. Los que han sufrido ese exilio forzoso también lo recienten a la distancia. Los he visto y también los he consolado.

Por eso entiendo tu dolor y mi corazón hoy es vinotinto, como los colores de tus equipos deportivos. Si has venido a Colombia y te has sentido rechazado por mi o por mis compatriotas, te pido perdón por mí y por todos ellos. Quizás no estábamos listos para tu repentina llegada y también tenemos nuestros problemas, aún sin resolver. Pero tú hermano y los tuyos vinieron a sumar, a crear, a ser talento, a dar empleo, a trabajar y han llegado a amar este país como si fuera suyo.

10/02/2016

Matías, te regalo un país en paz

2 de octubre de 2016. Faltan 19 días para que cumplas tu primer año de existencia. Hoy querido hijo, como regalo de cumpleaños anticipado, te ofrezco vivir en un país en paz. Naciste en Colombia como yo, una tierra linda que te enseñaré a amar. Desde el frío de nuestra Bogotá, hasta el intenso calor del valle del Magdalena. Querrás tanto el eje cafetero, donde hay algunas de tus raíces, hasta nuestro Caribe, nuestro pacífico y nuestros llanos. Quiero que te emociones con cada alegría que logre nuestro país, tanto como yo lo hago.

Pero también, Matías, naciste en un país violento y enfrascado en una guerra absurda. Bebés como tu nacieron en medio de explosiones y ataques armados en lugares muy lejanos de casa. Otros fueron paridos en el fondo de la selva, como el pequeño Emmanuel, hijo de Clara Rojas, quien vino a este mundo mientras su madre estaba privada de la libertad. Él, que debía nacer libre, lo hizo en un cautiverio estéril y tormentoso, que incluso dejó imborrables secuelas en su frágil cuerpo de neonato. Otros niños, como tú, hijos de guerrilleras y campesinas, fueron resultado de los peores vejámenes que puedas imaginar. Otros niños no jugaron como tú con tu ruidoso carro rojo, sino que tuvieron el trueno del fusil en sus manos desde que tuvieron razón, reclutados a la fuerza por viejos idiotas que lanzaron a la guerra a varias generaciones de inocentes colombianos. 

Mucha sangre, mucho dolor, mucho odio y mucho miedo. Y no te imaginas cuánto, mi Maty. Pero ya me conoces y sabes que me gusta hablar con refranes: "No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista". Mientras tu nacías y crecías durante tus primeros 12 meses, también dentro de nuestro país crecía una pequeña luz de esperanza. No es perfecta, incluso parecía inalcanzable. Fue una oportunidad para terminar con parte de esa guerra que ha soportado nuestro pueblo durante más de 50 años.

9/12/2016

Plebiscito: antes del Sí o el No, piense en los soldados de Colombia

Quizás uno de los episodios más bellos de la obra de Gabriel García Márquez es aquel en el que Macondo sufre una epidemia de insomnio, cuyo síntoma determinante era un olvido poderoso. Una pérdida de la memoria que llevó a los macondianos a marcar cada cosa del mundo con su nombre y su uso para que la gente supiera qué hacer con ella. Ahora pienso que, con esa ficción de maravilla, Gabo nos quería señalar dos asuntos cruciales de nuestra existencia: la importancia de la palabra escrita como base de la civilización y la necesidad de la memoria como pilar del futuro.

Luego, dice la novela, llegó Melquiades y con su magia puso las cosas en orden. Les devolvió la memoria y con ella, la realidad. Recordé este fragmento ante la andanada de argumentos que, con razón y a veces no tanta, aparecen para votar en contra de los acuerdos negociados entre el Gobierno y las Farc. Una de esas razones tiene que ver con las fuerzas militares.

8/04/2016

Plebiscito: antes del Sí o del No, hable con una víctima del conflicto

Quise en una reunión familiar lanzar la manzana de la discordia, a la mitad del salón, para medirle el pulso al tema que nos convocará en los próximos meses: el llamado plebiscito por la paz. Les pregunté a tíos y primos: y ustedes ¿van a votar por el Sí o por el No?

Mi padrino, un habitual votante del partido Conservador y quien en entre su oscuro record cuenta con un voto suyo por Andrés Pastrana, airado dijo que votaría por el No. Argumentó que las Farc por sus crímenes no merecían ocupar cargos públicos y, por el contrario, sus cabecillas deberían ser encarcelados para que "le respondieran a la sociedad". Su argumento es el de miles de colombianos, indignados por las dádivas que el gobierno de Juan Manuel Santos le ha entregado al grupo criminal durante las negociaciones en La Habana.

Entonces, tomó la palabra un tío mío, quien fue conductor de un bus intermunicipal que hacía la ruta entre Bogotá y los lugares más recónditos de los Llanos orientales. Dijo que votará por el Sí, para que de inmediato acabe la guerra. Acto seguido e invadido de un sentimiento de dolor, recordó que en uno de aquellos viajes kilómetricos tuvo que ser testigo de un atroz asesinato por gente que parecía de las Farc. Contó que los guerrilleros, con lista en mano, abordaron el vehículo y bajaron a dos personas a la fuerza. "Uno de ellos se aferró a la baranda del carro y hermano, le dieron un culatazo de fusil y luego le dispararon", dijo mi tío, ya con los ojos encharcados.

Entonces, recordé las múltiples veces que en mi labor periodística recogí esos relatos de dolor y muerte, y cómo las víctimas ante mi micrófono hablaban de cómo habían logrado superar ese duro trance. Y desde esas voces pude entender que si este país quiere la paz, requiere seguir la luz de las víctimas. Sólo ellos pueden decirnos si debemos perdonar a las Farc y ser generosos con esos otros colombianos que tomaron el camino de las armas para buscar los cambios que necesita la nación.