Dos periodistas, uno español y otro argentino, han venido influenciando mis pasos en el último año. Ellos son Andrés Oppenheimer, el gaucho y Miguel Ángel Bastenier, el ibérico. Ambos excelentes en el oficio y ambos han aportado páginas claves para entender la actualidad latinoamericana.
Bastenier y su libro "Cómo se escribe un periódico" ha sido la base de la cátedra práctica de periodismo que desarrollé como docente este semestre en el Politécnico Grancolombiano. Sus definiciones ofrecen una claridad única para mantener con vida nuestro oficio en esta sociedad de la información.
El libro que acabo de citar, además de ser un manual actualizado sobre la redacción de crónicas y reportajes, contiene una dura crítica a las formas pesadas y grandilocuentes de ciertos periodistas latinoamericanos. Bastenier lo llama el "chip colonial" e invita a desnudarse de esa armadura en los textos:
"Durante los tres siglos de la Colonia las clases privilegiadas se movían en el ámbito de lo escrito dentro de un contexto que ya he llamado "administrativista", lenguaje del poder que quería ser abrumador, distante enigmático y todo aquello que marcaba la lejanía y el sometimiento del súbdito al gobernante (...) El lenguaje es verboso, adepto a dar mil vueltas a las cosas, a marcar las diferencias en lugar de hallarse razonablemente cerca de las cosas".
De Oppenheimer les puedo decir que lo he comenzado a seguir de cerca. Es un entrevistador agudo y de fácil comprensión. Lo comparo con un sabueso de la información, que una vez digiere, produce claros análisis y opiniones ponderadas para entender la actualidad latinoamericana.
Pero, ¿en dónde se unen Bastenier y Oppenheimer? El periodista argentino escribió un libro titulado "¡Basta de historias!", que llegó una mañana a mis manos en el afán de extractar algunos fragmentos para ambientar una entrevista que Jefferson Beltrán le hizo a Oppenheimer hace unas semanas en Cartagena.
No me quedé en los fragmentos. Quise ir más allá y me encontré con una abrumadora radiografía de nuestra realidad latinoamericana.
En su libro, Oppenheimer argumenta que el problema de nuestro atraso está en la pésima educación que recibimos y en una obsesión con el pasado, que hace que ciertos gobiernos discutan más sobre los próceres muertos (Ejemplo: Chávez en Venezuela) que sobre el futuro de los niños que entran a la primaria:
En su libro, Oppenheimer argumenta que el problema de nuestro atraso está en la pésima educación que recibimos y en una obsesión con el pasado, que hace que ciertos gobiernos discutan más sobre los próceres muertos (Ejemplo: Chávez en Venezuela) que sobre el futuro de los niños que entran a la primaria:
"¿Qué pueden decirnos hoy Bolívar, Morazán, Perón, Cárdenas y tantos otros en una economía globalizada en que todo cambia en segundos por la revolución de las comunicaciones? (...) Si la pasión necrológica consume gran parte del discurso político y la energía de sus gobiernos, se convierte en un factor paralizante para la construcción de futuro (...)"
Estas dos lecturas hicieron clic en mi cerebro y derrumbaron una cierta convicción que se había creado en mi sobre que América Latina es "el continente de la esperanza" para los latinoamericanos, ante la crisis económica en Europa, el subdesarrollo en África, la decadencia de los Estados Unidos y la lejanía de Asia.
Y ciertamente, América Latina es el continente de la esperanza, pero una golondrina no hace verano. Aún tendremos que hacer más para que la esperanza se convierta en prosperidad. Cambiar la mentalidad, mirar al futuro, desearlo y trabajar duro para alcanzarlo.
Así que a desechar el "chip colonial" y a curar la obsesión con el pasado. Necesitamos avanzar.
Así que a desechar el "chip colonial" y a curar la obsesión con el pasado. Necesitamos avanzar.
A Bastenier y Oppenheimer, sumo la opinión del primer ministro británico, David Cameron, en los reconocidos TED Talks, sobre la nueva era del Gobierno. Cameron en 10 minutos ofrece una dirección hacia la cual conducir nuestros pasos:
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