11/07/2011

Cubriendo la caída de las Farc

Por lo menos tres generaciones de periodistas colombianos han tenido que contarle a la audiencia la guerra entre el Estado y las Farc. Desde las imágenes hechas con cámara de cine, en las que aparece Pedro Antonio Marín, alias 'Tirofijo', hasta la muerte de Alfonso Cano, contada por miles de usuarios por las redes sociales y en vivo por las cadenas de noticias.

Yo pertenezco a esa última generación. Quiénes me antecedieron vivieron y narraron los peores crímenes que el mundo haya podido observar por cuenta de las Farc. Tomas guerrilleras, asaltos a municipios, secuestros, las llamadas "pescas milagrosas", hoy extintas.

Militares muertos y heridos, mal llamados "héroes de guerra", como si en la guerra hubiera algo heroico. Niños mutilados y huérfanos, mujeres viudas o separadas de sus hijos, bien sea por la impenetrable barrera de la muerte o por la espesura de la selva. Todo eso lo hemos cubierto.

Mi primer y único encuentro con las Farc lo tuve siendo un niño de 10 años. Esto hace 16 años. Viajaba de Buenaventura a Cali, donde solía pasar las vacaciones con mi hermano, que trabajaba en el puerto sobre el Pacífico. Del monte salieron los guerrilleros y obligaron a una tractomula a atravezarse en la carretera.

Formaron un trancón de más de cinco horas. Entre los vehículos detenidos había un camión con gaseosas, que los guerrilleros asaltaron. También le pidieron a todos los conductores sus llaves y las empacaron en una bolsa, de modo que al levantar el retén, el desorden para que cada quien tomara sus llaves, evitara que el Ejército o la Policía iniciara una persecusión a los terroristas.

No hubo tiros de fusil, pero sí mucho miedo. Les puedo asegurar que para ese momento nadie podía imaginar que el máximo cabecilla de las Farc cayera en una operación militar, cómo ocurrió el pasado fin de semana.

Ya como periodista he escrito titulares por hechos de sangre cometidos por las Farc tan dolorosos como la explosión de una bomba en el Club El Nogal, la muerte en cautiverio de Guillermo Gaviria y Gilberto Echeverry como la confusa muerte de 11 de los 12 diputados del Valle, que estaban secuestrados por las Farc.

Pero también he escrito crónicas sobre hechos que parecieran sacados de la saga de Rambo como la 'Operación Jaque' y la 'Operación Camaleón', donde sin disparar un solo tiro las Fuerzas Militares de Colombia rescataron a secuestrados como la excandidata presidencial Íngrid Betancourt y el general Luis Mendieta, el oficial de mayor rango privado de la libertad por el grupo criminal.

Ahora la muerte de Guillermo León Saenz, alias 'Alfonso Cano'. Es la primera vez que el Estado colombiano, representado en las Fuerzas Militares, da de baja a un máximo jefe de la guerrilla. Un cubrimiento con comentarios en vivo por los ciudadanos en medios sociales. ¿Cómo lo cubrí yo? A través de una feliz coincidencia, pero rotundamente reveladora.

Con el equipo de La Noche de NTN24 habíamos preparado una serie de crónicas con militares exsecuestrados para ver sus condiciones de vida, nada fáciles por decir algo, pero víctimas de las Farc. Ahí es donde está la coincidencia reveladora. ¿Por qué? Porque más allá de la muerte de un criminal de la talla de 'Cano', están las víctimas, los que viven con las huellas de las balas asesinas.

Por la muerte de 'Cano' salieron a celebrar todos los políticos, a inflarle el pecho de los soldados - y claro que lo merecen - y a desplegar una ola de propaganda estatal para prolongar el terremoto que provocó la muerte del cabecilla en las bases de las Farc. Pero, ¿alguien pregunto por los muertos y los lisiados que este señor mandó atacar?

Por lo menos desde el periodismo, es a las víctimas en quienes nos tenemos que concentrar hoy. Creo que no habrá un mensaje tan contundente para la sociedad colombiana, que seguir visibilizando a las víctimas de las Farc, de esta amenaza terrorista, para terminar por derrotarlas.

En España, una vez ETA anunció su abandono de la lucha armada, todos, pero todos los medios de comunicación, recibieron con prudencia el anuncio del grupo terrorista vasco, pero no dejan de reclamarles por las 829 personas que la banda asesinó desde 1968. ¿Alguién sabe cuántos muertos tienen encima las Farc? Son miles. Pero no se la cifra exacta. Nos falta memoria.

Más allá del triunfalismo, de cualquier mezquindad política, si el triunfo es de Santos o de Uribe, o cuál será el futuro de las Farc, están los muertos, los heridos, los huérfanos, los extorsionados y los secuestrados que están en poder de la infamia. Deben seguir en la memoria. Víctimas tanto de las Farc como de las autodefensas. De la delincuencia común y de las bandas criminales. Todos son seres humanos que tenían una vida cegada por los asesinos.

"Me duele la maldad del malo, y la indiferencia del bueno", escribió en cautiverio el general Mendieta. Ahora que las Farc tambalean, no seamos indiferentes. Quiero cubrir la caída de las Farc, que se acaben para siempre, pero sin olvidar la sangre derramada, que nos ha sido bien cara.


No hay comentarios.: