1/14/2005

Actualidad
Profesión peligro

Dedicado a la memoria de Hernando Martínez, maestro del periodismo colombiano

A las 5:45 de la mañana, dos sicarios balearon al periodista cuando se dirigía a su sitio de trabajo.

El crimen tuvo lugar en la avenida 1 con calle 11 de Cúcuta, capital de Norte de Santander, en el nororiente colombiano. Allí los sujetos alcanzaron el vehículo del comunicador y abrieron fuego contra su humanidad.

Le dispararon en 10 oportunidades. Recibió tres disparos en su pecho.

Herido, el periodista logró volver a su residencia, a pocas cuadras del lugar donde ocurrió el atentado. Sus hijos lo trasladaron a la clínica, donde minutos después murió.

Sus familiares dijeron que no había recibido amenazas.

Esta puede ser la historia de cualquier periodista en Colombia. Es la historia de Julio Palacios Sánchez, abatido a tiros este martes por dos sicarios en Cúcuta, ciudad cercana a la frontera con Venezuela.

Esta historia refleja lo que dicen las estadísticas de Reporteros Sin Fronteras, la Federación Internacional de Periodistas y miles de organizaciones de protección al comunicador, que viven sacando cifras de colegas muertos, pero poco hacen por mantener vivos a quienes buscan la verdad en la noticia.

Ser periodista en Colombia es un acto de fe. Las condiciones no son fáciles: el conflicto interno persigue comunicadores, sus condiciones laborales son pésimas y, en algunos casos, tienen salarios por debajo de los 150 dólares mensuales, sin seguridad social, garantías pensionales y mucho menos, sin seguridad personal.

Para ser periodista en Colombia, y más en las regiones convulsionadas por la violencia, hay que arreglárselas como se pueda.

Luis Miguel Morelli, gobernador de Norte de Santander - departamento donde ocurrió la muerte de Julio Palacios -, dijo que la Policía es incapaz de proteger a más de 60 periodistas que están amenazados y pidió a los comunicadores mesura en sus informaciones para no ser objeto de las balas. Es decir, callemos la verdad porque o sino "los malos se ponen bravos…"

El descaro de Morelli no terminó ahí y le pidió a los periodistas organizarse en un pseudo grupo paramilitar para que dejen de matarlos. ¿Para qué? ¿Para qué siga la espiral de violencia? La democracia se cae sin opinión pública. No matemos la democracia.

Ahora recuerdo a un maestro del periodismo y de periodistas, Hernando Martínez, quien murió a los 74 años víctima de un paro cardíaco. Por lo menos hubo alguno de nosotros que murió de muerte natural y no por el ruido ensordecedor de las balas asesinas de la verdad.

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