12/20/2012

El abismo


Lo más aterrador de caer por un precipicio debe ser el hecho de no saber cuál es el fin. No saber dónde queda el fondo y que tan abajo será la caída. Yo como bogotano me siento así. Ya no es el momento de criticar cuán incompetente e improvisado es el Alcalde de esta ciudad. Ese momento ya pasó. El desastre está allí.

Al momento de escribir estas letras han pasado 48 horas desde que la Administración distrital implantó un nuevo modelo para la recolección de las basuras de ocho millones de ciudadanos que producimos entre 4.000 y 7.000 toneladas de desperdicios al día.

Ya no sirve rasgarse las vestiduras, ni desbordarse en insultos contra una persona que en doce meses de gobierno ha demostrado que sus ejecutorias están basadas en el delirio de persecusión, el peor síndrome del que puede padecer un humano, porque no hay nada más terrible que temer hasta de su propia sombra. Ya no sirve nada. Sólo sirve actuar, buscar una solución y no repetir jamás el drama.

Dirán que como reportero no me está permitido tomarme ciertas licencias para opinar. Pero quienes piensan así olvidan que soy un ciudadano, que salgo todos los días a ganarme la vida, que trabajo para ver que mi realidad cambie a diario, que siento, que veo, que huelo, que respiro, que saboreo y que camino. Que tengo derechos y deberes con la ciudad y con el país que amo y que me acogió, por destino, en mi nacimiento.

A muchos pueden importarles un comino mis opiniones, así que paso a relatar los hechos:

Chapinero, uno de los tantos centros que tiene Bogotá, seguía al medio día de este miércoles con basura sin recoger. En la Alcaldía de Bogotá el parte seguía siendo deficitario: poco más del 50 por ciento de las basuras habían sido recogidas y el resto estaban en las calles tiradas, roídas, escarbadas por humanos hambrientos, habitantes de la calle, y animales parásitos como ratas, palomas y perros.

Ante el equipo periodístico que me acompañaba, se detuvo un vehículo en la esquina de la 62 con novena. Desde su interior una mujer de edad media bajó la ventanilla para gritar "¡Que ese Alcalde renuncie, porque el pueblo lo va a sacar!".

Antes de la sonora declaración, un hombre mayor habló de "las locuras de Petro", alertó de las epidemias que los desechos podrían provocar en una ciudad en la que nunca se sabe cuándo va llover, para llevarse los restos a las alcantarillas y aumentar la crisis con inundaciones.

Pero una mujer que me abordó quiso confiar en la buena fe del gobernante. "Seguro que el Alcalde no quiere hacer cosas que nos vayan a hacer daño", dijo con voz firme. Sin embargo, ella y las mujeres que trabajan en un restaurante cercano han tenido que recoger las basuras tres veces, organizar en medio del caos, para maquillar la contaminación que amenaza con desbordarlas.

Ante estas voces, que como la mía, tratan de hacerse la vida mejor, ¿habrá quién diga que esto es obra de una mafia y que hay un interés maquiavélico para destruir la poca imagen que queda de un hombre que quiere hacer un gobierno progresista y humano pero unos poderes omnipotentes se lo quieren impedir?

Si hay quien: ese se llama Gustavo Petro y es el Alcalde de Bogotá, la capital de Colombia. También acometen esa atrevida tarea sus aúlicos, los que dicen lo que él quiere oír.

Petro habla de progresismo y de una ciudad humana. ¿Habrá humanidad y progreso posibles en medio del desastre sanitario? Recoger las basuras es lo mínimo en una ciudad moderna y es una tarea clave para garantizar la subsistencia de los ciudadanos. Para que la gente no se enferme y muera. Para que la gente no coma mierda.

Petro habla de un parte satisfactorio en la iniciación del nuevo modelo de basuras, mientras hay sectores de la ciudad que acumulan basura de dos días y parece que no hay una solución a la vista, más que tratar de volver al pasado reciente: devolverle a los privados la recolección de las basuras, que quería arrebatarles traspasando este servicio a la Empresa de Acueducto. Una de sus recurrentes y ya caricaturizadas "petraseadas".

Pero el Alcalde no quiere ofrecer alternativas ni mostrarse vencido porque prefiere morirse ahogado en desechos antes de reconocer que su modelo está fallando, que su "progresismo pseudochavista" no nos llevará a ninguna parte. Porque es un hombre de ideas sólidas (nadie lo niega) y sus "ismos" bien valen una emergencia sanitaria.

Mi colega Federico Arango escribió sobre estos "ismos" un trino que comparto plenamente:

Este trino fue el germen de este post. Porque hoy el único "ismo" que demandamos los habitantes de Bogotá es el pragmatismo, una salida inmediata a la crisis. De lo contrario el único "ismo" que veremos es el abismo, del que habíamos salido hace 17 años de la mano de Antanas Mockus y Enrique Peñalosa. Muchos nos sentimos orgullosos de haber visto el renacer de una ciudad digna entonces. Muchos hoy nos sentimos con el orgullo bogotano herido.

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