12/29/2012

A mi también me robaron el celular | Primera parte

Como periodista he estado en contacto con víctimas del crimen y del terrorismo. En las conversaciones con las personas que han sido tocadas por el delito uno no alcanza a captar todas las sensaciones y emociones que pueden producirse en una persona cuando resulta violentada. Ni siquiera las alcanza a imaginar.

Ya es común que hablemos del hurto de celulares como un crimen cotidiano. Según la Policía Metropolitana de Bogotá, este año se han denunciado 14.082 hurtos de personas en la capital. Todo parece reducirse a una cifra, información que le encanta a los periodistas porque ilustra los problemas y los deshumaniza. Pero todas esas personas vivieron un momento traumático en los minutos siguientes al atraco o al hecho violento que les ocurrió.

Escribo este post un par de horas después de haber sido asaltado por dos hombres en la calle 76 con carrera 17, en el norte de Bogotá. Conducía mi vehículo de norte a sur, sobre la carrera, con la ventana abajo (primer error) por el calor que hacía sobre las 3:15 de la tarde de este viernes, día de los Santos Inocentes. El primer hombre se me acercó cuando el semáforo cambió a rojo y me detuve en la esquina norte de la intersección.

"¿Le limpió el vidrió?", me dijo el tipo, que se había acercado por la parte de atrás del vehículo. Yo me negué pero sí noté que el hombre miró al interior del carro. Instantes después el segundo hombre llegó con actitud agresiva y empuñando una navaja me pidió que le entregara mis celulares. Pidiéndole que se tranquilizara, le entregué uno de ellos. El sujeto insistía que le entregara el segundo, que lo había ocultado entre mis piernas.

Por detrás volvió el primer hombre a presionarme aún más para que le entregara mi otro celular y entonces aumentó el tono amenazante: "me va tocar chuzarlo a mi si no lo entrega". Yo gritaba, ellos gritaban. Todo ocurrió en los segundos entre el cambio de luces del semáforo de rojo a verde. Segundos eternos.

Evité que no me quitara mi otro celular para cuando la luz del semáforo ya daba paso. Arranqué tabn nervioso, que hasta se me apagó el carro, y los dos ladrones huyeron con mi celular donde guardaba importantes contactos de mis fuentes periodísticas.

El celular robado es un Blackberry 9300, que usado no cuesta más de 150.000 pesos y robado mucho menos en las mafias que controlan este mercado ilegal. El aparato y los datos volverán, pero estos dos delincuentes me robaron la tranquilidad y la seguridad, pues en mis casi 28 años jamás había sido atracado y hoy fue la primera vez.

Rabia, impotencia e inseguridad. Cierro los ojos y veo a los atracadores armados y no dejó de pensar en que pude ser herido. Gracias a Dios eso no ocurrió pero el temor sigue aquí. Me robaron un aparato, eso no importa. Vale más haber perdido la paz.

Comparto la historia porque el modus operandi de estos ladrones no lo conocía, haciéndose pasar por trabajadores ambulantes para revisar el interior de los vehículos para luego atacar. También, lleven ocultos sus dispositivos incluso si van dentro del vehículo. Mi segundo error fue tomar el celular y hacerlo visible para el ladrón. Ahí él ya sabía que había una presa indefensa.

Irónico que esto me suceda dos días después de echar a andar la construcción un proyecto que está basado en el "amor por Bogotá". Igual (y aunque suene cliché) los buenos siempre seremos más, seguiré confiando en la gente porque odio la paranoia y esto me motiva más para trabajar para que las cosas cambien.

Por favor no dejen de denunciar el hurto de celulares, esto hace que los aparatos ingresen en una base de datos para que no puedan ser activados de nuevo y le otorgamos a las autoridades valiosa información para poder capturar a estos delincuentes:


No hay comentarios.: