Uno es amo de lo que calla y esclavo de lo que dice.
Con morbo y desconcierto, vi a un estudiante de medicina entablar una conversación en un bus sobre arquitectura con otro que hacía una especialización sobre la materia en la Universidad Javeriana de Bogotá.
Yo me acaba de subir al vehículo. El médico aprendiz se me antojó bullicioso para el sopor de las noches bogotanas, cuando muchos de los que regresan a casa van dormidos en la buseta, como si el asiento en el que viajan estuviera impregnado con algún somnífero.
Hablaba de muchas cosas con su compañero de viaje, otro estudiante de medicina que no dijo una sola palabra en los 45 minutos que duró la travesía por la avenida séptima hasta el norte de la ciudad.
Segundos después de haber pagado mi pasaje y el de mi novia y luego de pasar por entre la gente que viajaba de píe en el pasillo del microbús, cuando hizo la parada el otro alternante de la conversación. Era estudiante de arquitectura y realizaba una especialización en urbanística - creo - en la Javeriana.
Se ubicó en la esquina del bus a la derecha del amigo del médico ruidoso. Serio, veía en la ventana la lluviosa noche capitalina, cuando surgió en el silencio la pregunta.
- ¿Le gustan los diálogos? – interrogó el médico ruidoso.
- Si... – dijo con desparpajo el joven arquitecto.
La pregunta irrumpió en el aire como un golpe de gracia. Varios pasajeros miraron la parte de atrás del vehículo, extrañados. Cruzaron unas palabras de tanteo, en las que supe que uno era médico, el otro arquitecto y sus respectivas labores diarias.
Comenzó, entonces, el diálogo. ¿De qué podrían hablar? El médico mostró sus bases en el arte de la construcción. Gaudí y otros famosos diseñadores salieron a flote, mientras el arquitecto defendía sus tesis sobre la influencia de los espacios en la psicología humana.
Fue fascinante lo que hablaron. Luego el médico dijo algo que me recordó los principios de mi profesión.
- ¿Sabe qué? Me gusta hablar con la gente en los buses porque se bajan, uno no los vuelve a ver y uno no queda con compromisos de lo que dice con la otra persona. Uno puede ser más libre.
Pero el médico no logró su cometido, porque en este blog quedaron impresas sus palabras, que se se fueron... pero a la memoria de un periodista que sólo escuchó el inusual diálogo de dos personas en un vehículo detransporte público urbano.
¿Cuántos capítulos de la historia del mundo se han vislumbrado en un diálogo?¿Cuántas palabras se las lleva el viento?¿Cuantas frases épicas habran muerto con sus autores? Al final comprendí que el periodismo hace los ladrillos de la historia, que es construida por todos nosotros, Amen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario